jueves, 18 de abril de 2013

El poder positivo de la confianza‏

Este es el primero de tres artículos sobre aspectos básicos en la vida del cristiano y que ayudarán a mejorar la conducta y la respuesta que Dios espera de cada uno de nosotros como tales. Este está basado en la confianza en el Señor.
Voy a referirme a un personaje bíblico que es conocido como el apóstol de las naciones, se trata de san Pablo. Le invito a leer el pasaje bíblico que se encuentra en Filipenses 4, 4-13, epístola que le escribió a los habitantes de la antigua ciudad griega de Filipos, para analizar la actitud de este santo y piadoso varón de Dios.

Hermanos:
Alegráos siempre en el Señor. Repito, ¡alegráos!. Que todos os conozcan a vosotros como personas bondadosas. El Señor está cerca. No os aflijáis por nada, sino presentádselo todo a Dios en oración; pedid y dadle gracias también. Así Dios os dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz, cuidará vuestros corazones y vuestros pensamientos, porque vosotros estáis unidos a Cristo Jesús.
Por último, hermanos, pensad en todo lo verdadero, en todo lo que es digno de respeto, en todo lo recto, en todo lo puro, en todo lo agradable, en todo lo que tiene buena fama. Pensad en todo lo que es bueno y merece alabanza.
Poned en práctica todo lo que os enseñé y las instrucciones que os dí, lo que me oísteis decir y lo que me vísteis hacer: hacedlo así y el Dios de paz estará con vosotros.
Me alegro mucho en el Señor de que vosotros hayáis vuelto a pensar en mí. No quiero decir que me hubiérais olvidado, sino que no teníais la oportunidad de ayudarme. No lo digo porque yo esté necesitado, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo. Sé lo que es vivir en la pobreza, y también lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a hacer frente a cualquier situación, lo mismo a estar satisfecho que a tener hambre, a tener de sobra que a no tener nada. A todo puedo hacerle frente, pues Cristo es quien me sostiene.”


Pablo era un hombre confiado. Durante los primeros años de su vida, la actitud positiva del apóstol fue el resultado de confiar en sus credenciales, es decir, en su origen, educación y posición social. Sin embargo, su encuentro con Jesús le hizo entender que todo eso era de poco valor. Entonces, ¿cuál era la fuente de su confianza?.
La relación de Pablo con el Señor creó los nuevos fundamentos de su existencia. Le invito a leer Hechos 9, 1-6: “Mientras tanto, Saulo no dejaba de amenazar de muerte a los creyentes en el Señor. Por eso, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas de autorización para ir a las sinagogas de Damasco, a buscar a los que seguían el Nuevo Camino, tanto hombres como mujeres, y llevarlos presos a Jerusalén. Pero cuando ya se encontraba cerca de la ciudad de Damasco, una luz que venía del cielo brilló de repente a su alrededor. Saulo cayó al suelo, y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Saulo preguntó: “¿Quién eres, Señor?”. La voz le contestó: “Yo soy Jesús, el mismo a quien estás persiguiendo. Levántate y entra en la ciudad; allí te dirán lo que debes hacer.” Al considerar que su vida vieja había terminado, abrazó de todo corazón su nueva vida en Cristo.
San Pablo reconoció la insuficiencia de todo aquello en que había confiado antes: sus conocimientos, sus logros y su autoridad, y renunció a cualquier idea de vivir independientemente del Señor Jesús. El apóstol era un hombre de acción, quien vivía una vida de absoluta confianza en Dios, cuando escribió a los habitantes de Galacia y les dijo: “Ya no soy quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí. Y la vida que ahora vivo en el cuerpo, la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a la muerte por mí” (Gál.2, 20).
La firme confianza de san Pablo en la fidelidad de Dios también jugó un papel importante. Le creyó a Dios cuando éste le prometió fortalecerlo y prepararlo, guiarlo en todas las situaciones, suplir todas sus necesidades y nunca abandonarlo.
Cuando enfrentaba pruebas, san Pablo experimentaba el poder del Espíritu Santo que fluía en él y a través de él. Por creer sin reservas en lo que decía Dios, pudo enfrentar las adversidades con valentía. Su confianza no estaba puesta en sí mismo, sino en la presencia, la provisión y el poder de Dios. Por consiguiente, se mantenía fuerte.
¿Ve el por qué podemos seguir a Jesús confiadamente?. No es lo que somos, lo que creemos de nosotros mismos, o las habilidades que tenemos, lo que importa. Lo que nos produce confianza es desarrollar fe y dependencia absolutas en Jesús.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe tu comentario...