jueves, 11 de abril de 2013

La victoria de la obediencia

En el post anterior hablé que el ejemplo de Gedeón ofrece orientación para cuando uno se halla en situaciones embarazosas y parece que el cielo se le une con la tierra. Pero hoy, dando continuidad al texto bíblico  que se encuentra en Jueces 7, 9-25, Dios dirigió providencialmente cada elemento de su plan para el triunfo de Israel. Sin embargo, si Gedeón hubiera desobedecido siquiera una orden suya, su ejército habría sufrido una derrota instantánea. Aunque es posible que los caminos del Señor parezcan arriesgados o ilógicos, podemos confiar en su sabiduría innegable y en su gran poder.
Dios alienta a los temerosos. Cuando el Señor ordenó a Gedeón que atacara al enemigo, también dio una manera de mitigar los temores del líder. Al obedecer la dirección de Dios, Gedeón fue conducido al sitio preciso donde se escucharía un mensaje alentador que lo hizo inclinarse en adoración y levantarse con gran fe.
Dios nos quita aquellas cosas en las que ponemos nuestra confianza. Gedeón estaba marchando a la guerra con sólo 300 hombres armados con trompetas, cántaros y antorchas. Sus fuerzas parecían dignas de lástima, y sus armas inútiles para la batalla, sin los medios tradicionales para vencer; podían confiar sólo en el Señor.
Dios actúa en el otro bando a nuestro favor. Todo está perfectamente sincronizado cuando Dios tiene el control, aún las partes que no podemos ver. Mientras Gedeón obedecía cada orden divina, el Señor trabajaba entre bastidores para asegurar la victoria a Israel. En la confusión y por el temor a la oscuridad, el pánico del enemigo los llevó a destruirse entre ellos mismos.
La clave para una vida cristiana victoriosa es la obediencia. El Señor le guiará fielmente en cada paso, si le obedece. Su manera de hacer las cosas podría no ser la más fácil o cómoda, pero es siempre la mejor. Si confía en Él, le conducirá a la victoria.

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