David estiró el brazo y tocó las tiras de cuero
que le oprimían la muñeca.
Las sentía seguras, pero ¿estarían bien
apretadas? ¿Responderían en el momento que lanzara la piedra lisa con su honda?
Él creía que sí. Tocó de nuevo, pero esta vez para asegurarse de que tenía la
bolsa de cuero en su costado. Allí tenía cuatro piedras más en caso de que
fallara con la primera, pero no creía que eso sucedería. Estaba confiado,
simplemente seguro —sin ninguna arrogancia— de que estaba haciendo lo que Dios
quería que hiciera. El movimiento enemigo que veía frente a él y el olor a
guerra que lo rodeaba, no lo atemorizaban. Observaba el horizonte con osada
seguridad mientras aquel hombre gigantesco se le acercaba. No me le acercaré
mucho, pensó. Apenas lo suficiente. ¡Entonces se lanzó corriendo resueltamente
a la línea de batalla hacia la victoria!
¿Cuántas veces no quiso usted alcanzar una
meta, pero se sentía inseguro o temeroso? Quizás el desafío le pareció
demasiado grande, o pensó que le faltaban la capacidad, la educación o los
medios para lograrlo. Como joven, David probablemente tuvo que encarar algunas
de estas mismas preguntas. Se preguntaría, muy probablemente, qué le depararía
la vida. Mientras cuidaba las ovejas de su padre, tuvo tiempo de sobra, no sólo
para pensar en esas cosas, sino también para desarrollar una relación con el
Señor.
A Dios le tomó años preparar a David para el
papel que asumiría un día como rey de Israel. Pero durante ese tiempo, David
nunca perdió de vista las prioridades que Dios le había dado. El día en que se
enfrentó a Goliat, todos los preceptos que el Señor le había enseñado
convergieron para el momento de la gran prueba. Primera de Samuel 17 presenta este histórico acontecimiento: cuando
el joven entró en el campo de batalla para enfrentarse a un veterano guerrero,
la ventaja parecía estar a favor del enemigo. Pero no era así. Con un rápido y
seguro movimiento, David dio en el blanco y logró su objetivo. Él había sido
enseñado a creer que, con la ayuda de Dios, triunfaría —y lo logró.
Fijese metas aunque el desafío le
parezca grande
La nación de Israel había sucumbido al temor.
El rey Saúl había montado su tienda a una distancia prudente del campo de
batalla, y le inquietaba el no saber cómo podía salir de este horrible apuro.
Cuando David se presentó, una refrescante sensación de esperanza recorrió el
campamento. Pero no todo el mundo se alegró de verlo; incluso su hermano se
sintió enojado porque había venido (v. 28). La oposición siempre es segura cada
vez que usted le dice sí a Dios, especialmente cuando comienza a confiar en que
Él hará algo que parece imposible. Sin embargo, la idea del fracaso nunca pasó
por la mente de David. Tenía una prioridad, y ésta era la de defender el buen
nombre de Dios (vv. 26, 36, 46, 47). Es que fijarnos metas de acuerdo con los
parámetros de Dios nos asegura siempre la victoria.
A pesar de que no todas las metas que usted se
fije serán de naturaleza espiritual, cada una de ellas debe ser conforme a los
principios de la Palabra de Dios. El secreto para alcanzarlas es tener un
propósito correcto. Si su única motivación es lograr más para tener una
sensación de éxito personal, es posible que Él no le permita alcanzar su
objetivo. David sabía que el Señor lo había unido para ser rey de Israel, pero
la posición y el estatus no eran su propósito; su motivación era su amor al
Señor. A él no le preocupaba no tener una casa grande, ni mucho dinero en el
banco, ni los amigos ideales para sentirse importante. Su preocupación era
honrar a Dios, y ésta fue la diferencia entre su éxito y el fracaso del rey
Saúl.
Muchas veces nos fijamos metas demasiado bajas,
o que no están de acuerdo con lo mejor que Dios tiene para nosotros. Se pueden
lograr fácilmente, pero son de poca ayuda para aumentar nuestra fe en Él. Por
otro lado, fijarse metas poco realistas puede desalentarnos si no las
alcanzamos. El deseo de David de derrotar a Goliat era tremendo, pero fue el
Señor quien puso ese deseo en su corazón y el que le dio a David las fuerzas
para cumplir la tarea.
El plan de Dios en cuanto a la fijación
de metas
Las personas se pregunta muchas veces: “¿Me
producirán satisfacción los planes que Dios tiene para mí?” Yo les digo: “¡Por
supuesto que sí! Los planes de Dios son maravillosos, mucho más de lo que
ustedes puedan imaginar, siempre rebosantes de bendiciones y de esperanza” (Ef.
3:20). Si nos conectamos a los sueños que Él tiene para nuestras vidas, no sólo
aprenderemos cómo fijarnos prioridades que agraden al Señor; tendremos también
una sensación de realización y un regocijo verdaderos. Para la fijación de
metas, se deben considerar varias cosas. Son las siguientes:
Una idea clara de lo que usted desea lograr.
David sabía lo que él quería: destruir al enemigo. Si usted permite que el
temor y los pensamientos de incompetencia invadan su corazón, no logrará sus
metas. Pero en el mismo momento que usted comience a creer que Dios le dará la
victoria, sentirá un cambio de actitud. La fe en un Dios soberano que le ama
incondicionalmente, avivará su esperanza. En vez de sentir que no puede hacer
algo, usted comenzará a decir, como el apóstol: “Todo lo puedo en Cristo que me
fortalece” (Fil. 4:13).
Un deseo ardiente. Las personas que dicen:
“Espero poder hacer esto algún día”, pueden olvidarse de lograr sus metas. La
pasión y el deseo profundo de agradar y honrar a Dios, son los requisitos
fundamentales para lograr cualquier meta, no importa lo enorme que pueda ser
ésta.
La confianza. Me sorprende escuchar a algunas
personas hablar de sus capacidades, de sus títulos y de su confianza, sin duda,
en sí mismas antes que en Cristo. Ahora bien, pensemos en el historial
profesional del apóstol Pablo, que era todo un informe de su calidad teológica.
Era el maestro “perfecto” por su formación, su labor y su actitud. Sin embargo,
él escribe: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la
excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he
perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él”
(Fil. 3:8, 9).
Una línea de acción. Independientemente de que
su meta sea espiritual (como el tener más intimidad con Dios) o personal (como
ahorrar para unas vacaciones), pídale al Señor que le ayude a desarrollar un
plan. En cualquier caso, hay que poner por escrito los objetivos y
encomendarlos a Él. Pero la rendición es esencial; si usted no le da a Cristo
cada una de las áreas de su vida, nunca experimentará el verdadero éxito que
Dios quiere que usted tenga.
Un diario. Las metas tienen que ser definibles
y medibles. Llevar un diario de sus avances y marcar los acontecimientos
importantes le ayudarán a mantenerse enfocado en el objetivo, vigorizado y
dirigiéndose en la dirección correcta. Lo más probable es que si usted no tiene
una fecha límite para ver realizada su meta, nunca lo logrará.
Perseverancia. Lo peor que usted puede hacer es
comenzar algo y nunca terminarlo. Si se rinde, el recuerdo del fracaso le
quedará grabado en la mente. Por tanto, sea perseverante. Fije sus ojos en la
meta, y no se desvíe hacia ningún lado. Recuerde que el desánimo es una de las
herramientas favoritas de Satanás, y que él incluso tentará a otros creyentes
para que lancen dudas sobre lo que Dios le ha pedido a usted que haga.
Control de las emociones. El enojo, el temor,
la inseguridad, la desilusión y muchas otras emociones pueden impedir que
logremos nuestro objetivo. El corazón de David estaba puesto en la victoria y
en la honra de Dios, y por eso no titubeó. Si bien Goliat se burló de él, su
trampa no le funcionó.
Valentía para actuar. David le dijo a Saúl: “No
desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra
este filisteo” (1 S. 17:32). Si usted deja que el temor se apodere de su
corazón, nunca tendrá la valentía que necesitará para acabar la tarea. Es
bíblico tomarse el tiempo para evaluar el costo de alcanzar la meta (Lc.
14:28-32), pero cuando lo haga, que su evaluación sea de acuerdo con los
deseos, las normas y el deseo del Señor para su vida, no conforme a su limitado
entendimiento. Dios ve todo el panorama. Sabe lo que habrá más adelante, y
reconoce cuán importante es que usted desarrolle confianza en Él.
Una
dependencia consciente de Dios. Muchas veces, las grandes victorias están
constituidas por pequeños logros. David le dijo a Goliat: “El Señor te
entregará hoy en mi mano”. No dijo: “Por mis grandes capacidades voy a alcanzar
este objetivo, ganar esta batalla y vencer a este enemigo”. El corazón de David
estaba dispuesto a exaltar y honrar a Dios con su vida. Cuando ésa sea la
motivación de sus acciones, usted no sólo alcanzará sus metas personales, sino
que también podrá lograr cosas para Dios.
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