miércoles, 2 de noviembre de 2011

“Cómo tener una mente santa”


En el momento de nuestro bautismo, fuimos liberados del poder del pecado y recibimos la capacidad de pensar y vivir como Jesús. Pero el hacer realidad este potencial, exige un esfuerzo diligente de nuestra parte y el someternos a la voluntad de Dios.




Después de reconocer la necesidad de cambiar nuestra manera de pensar, el primer paso es consagrarnos a buscar la santidad, de manera que debemos medir nuestras opiniones y decisiones por la Palabra de Dios y el ejemplo de los santos, preguntándonos regularmente: “¿Están mis pensamientos, mis actitudes y mi conducta en armonía con el carácter de Dios y con las verdades de su Palabra?”. Asimismo debemos tomar nota de lo que está absorbiendo nuestra atención. No es saludable llenar nuestra mente con información que no refleje los valores de Dios. El santo apóstol Pablo nos dio una vara para medir lo que es digno de nuestra atención: él dijo que debemos pensar en todo lo que sea puro, amable y de buen nombre (Filipenses 4, 8).



Por último, debemos controlar nuestras mentes para rechazar los pensamientos impuros. Quienes luchan con adicciones, pueden dar testimonio del poder de la mente en contra de sus buenas intenciones. Los deseos malsanos y repetitivos hacen que nos sintamos culpables, impiden que tengamos comunicación con Dios, y nos convierten en un mal ejemplo para los demás. Mediante el poder de la oración, el ayuno, los sacramentos, la gracia del Santo Espíritu y el testimonio de los santos padres, aprendemos a rechazar tales pensamientos y a creer lo que Dios dice.


Desarrollar un estilo santo de vida comienza con lo que creemos. Si nuestra mente está en sintonía con la de Jesús, sabremos lo que es justo, bueno y sabio. Nuestras vidas se parecerán cada vez más a la suya, y experimentaremos el llamado a ser sus voceros en el mundo.

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