El mundo está observando qué es lo que pone en una categoría especial
al cristianismo. El poder divino de Jesús se muestra mejor en nuestra
debilidad. Como sucedió con el apóstol San Pablo, el poder de Dios está a
nuestra disposición todo el tiempo; es el mismo asombroso y sobrenatural poder
que resucitó a Cristo de los muertos (Rom. 8, 11; 2 Cor. 13, 4). Dios adecuará
su poder a nuestra necesidad, pero no lo hará si confiamos en nuestras fuerzas
y habilidades para hacer las cosas.
Por
desgracia, nuestra tendencia es tratar de vivir con nuestras propias fuerzas y
capacidades, hasta que nos encontramos con un obstáculo demasiado grande. En
ese momento es cuando queremos hacer uso del poder de Dios, pero sólo hasta que
la situación comience a mejorar. Una vez que esto sucede, generalmente volvemos
a la confianza en nosotros mismos. Es como el refrán popular de Cuba “se
acuerdan de Santa Bárbara cuando truena”.
El
Señor quiere que dependamos totalmente de Él en todo momento. Sabe que
cualquier otra actitud sólo llevará a la insatisfacción y al fracaso. En su
infinita sabiduría, nuestro Padre celestial permite que haya problemas y
carencias en nuestra vida, para que tengamos que apoyarnos en Él. Después, Él
podrá despojarnos gradualmente de nuestra autosuficiencia, y enseñarnos
humildad. A medida que nuestra relación con Él crezca en conocimiento e
intimidad, su poder divino fluirá cada vez más dentro de nosotros (proceso de
deificación), a través de los medios de la gracia divina que Él nos comunica
con los sacramentos que se nos imparten en la Iglesia.
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