miércoles, 9 de noviembre de 2011

La fuente de nuestra Fortaleza


El mundo está observando qué es lo que pone en una categoría especial al cristianismo. El poder divino de Jesús se muestra mejor en nuestra debilidad. Como sucedió con el apóstol San Pablo, el poder de Dios está a nuestra disposición todo el tiempo; es el mismo asombroso y sobrenatural poder que resucitó a Cristo de los muertos (Rom. 8, 11; 2 Cor. 13, 4). Dios adecuará su poder a nuestra necesidad, pero no lo hará si confiamos en nuestras fuerzas y habilidades para hacer las cosas.




Por desgracia, nuestra tendencia es tratar de vivir con nuestras propias fuerzas y capacidades, hasta que nos encontramos con un obstáculo demasiado grande. En ese momento es cuando queremos hacer uso del poder de Dios, pero sólo hasta que la situación comience a mejorar. Una vez que esto sucede, generalmente volvemos a la confianza en nosotros mismos. Es como el refrán popular de Cuba “se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena”.



El Señor quiere que dependamos totalmente de Él en todo momento. Sabe que cualquier otra actitud sólo llevará a la insatisfacción y al fracaso. En su infinita sabiduría, nuestro Padre celestial permite que haya problemas y carencias en nuestra vida, para que tengamos que apoyarnos en Él. Después, Él podrá despojarnos gradualmente de nuestra autosuficiencia, y enseñarnos humildad. A medida que nuestra relación con Él crezca en conocimiento e intimidad, su poder divino fluirá cada vez más dentro de nosotros (proceso de deificación), a través de los medios de la gracia divina que Él nos comunica con los sacramentos que se nos imparten en la Iglesia.


Para conectarnos con este maravilloso poder de Dios, debemos primero reconocer nuestra fragilidad en el sacramento de la Confesión. Luego, buscar su revelación en cuanto a las áreas de nuestra vida que queremos manejar con nuestras capacidades humanas (la dirección espiritual de un sacerdote). Después, pedir al Señor que nos dirija y nos capacite espiritualmente y, por último, buscar tener siempre una relación cada vez más profunda con Jesús, en la oración, el ayuno y la frecuente comunión en la Sagrada Eucaristía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe tu comentario...