Dios
tiene maneras de hacer sacudir al mundo cuando se propone hacer algo grande.
Por ejemplo, Él hizo temblar literalmente a la tierra cuando Jesús murió en la
cruz, y también cuando el Espíritu Santo vino en Pentecostés. No hubo nada
casual en la actividad seísmica que acompañó a estos dos hechos. Y fueron
mensajes nada sutiles: ¡preste atención, porque están sucediendo cosas
importantes!.
Es posible que la tierra no esté temblando hoy, pero Dios
está, sin duda, moviendo algunas cosas. Está dejando que las alianzas
políticas, los sistemas financieros y los patrones éticos se tambaleen. Estamos
viendo la poca solidez y el deterioro de las estructuras sobre las cuales hemos
basado el orgullo y la esperanza como ciudadanos de nuestros respectivos
países.
Las familias están en crisis, y muchos matrimonios están
colapsando. Lamentablemente, la gente ha construido sus vidas sobre los débiles
fundamentos de la sabiduría, la bondad y la ingenuidad humanas. Pero hay sólo
un fundamento seguro: Jesucristo, y no un Mahoma, ni un Budas, ni un Dalai Lama
ni un Papa romano que se cree amo, señor y jefe supremo de la cristiandad.
Dios tiene siempre un propósito al permitir sacudidas en
su ordenada creación. Entre otras cosas, está sacudiendo a las iglesias
desviadas del tronco original: las cismáticas iglesia de Roma y las
protestantes, de su apatía y enfoque en sí mismas, recordando a los cristianos
que no deben confiar en las inestables estructuras de este mundo, sino
descansar en el firme y seguro fundamento provisto aquí en la tierra por el
amor, la salvación del género humano y el establecimiento del reino de Dios en
el cual estamos llamados a ser constructores.
Como embajadores de nuestro Rey, Dios y Salvador
Jesucristo en la tierra, y los únicos que estamos sobre terreno firme, tenemos
la responsabilidad de ofrecer verdadera esperanza a aquellos que han perdido el
rumbo y han seguido a falsas enseñanzas, doctrinas de demonios y toda clase de
herejía. Ningún trabajo, gobierno o incluso religión pueden darle a una persona
seguridad por mucho tiempo. El único refugio perdurable es una relación con el
soberano Señor Jesús dentro de la Iglesia que Él fundó y que permanece hasta
nuestros días sin alteración ni cambio alguno: la Una, Santa, Católica y
Apostólica Iglesia Ortodoxa.
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