viernes, 14 de octubre de 2011

Desarrollo del “Filtro de la Verdad”


La mentira, las medias verdades y las trampas son parte tan integral de nuestra cultura hoy, que puede ser difícil separar la verdad de la ficción. Ya sea que estemos escuchando un aviso publicitario, un debate político o el noticiario de la TV, hacemos bien si NO creemos automáticamente todo lo que oímos.




Algunas veces, las imprecisiones son evidentes; pero otras veces son difíciles de detectar, especialmente si las declaraciones las hace un personaje popular o carismático. Puesto que el cristiano, como cualquier otra persona, puede ser fácilmente engañado, es vital que desarrolle convicciones firmes basadas en la Palabra de Dios. Debemos dejar que toda la información que recibamos pase por este “filtro de la verdad”, para que el error no se asiente en nuestra alma.



Aunque la mentira puede ser alarmante, no debe sorprendernos el darnos cuenta de lo extendida que está la práctica, ni tampoco de que estemos entre sus objetivos. El santo apóstol Pedro nos advierte: “Habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras....y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas” (2 Pedro 2, 1-3).



Pero los cristianos no tenemos nada de qué temer. No sólo podemos programar nuestro filtro con la verdad de las Escrituras, sino que también mora en nosotros el Espíritu Santo, que recibimos a través del sacramento del Bautismo, a quien el santo apóstol Juan llama “el Espíritu de verdad”. Si pedimos su asistencia y nos dejamos mover bajo su dirección, Él nos ayudará a discernir entre lo verdadero y lo falso.


Lo que usted crea, determinará su carácter y sus decisiones. No permita que nada que no sea puro y justo entre a su alma. No basta asistir a la iglesia, escuchar al sacerdote o leer libros acerca de la vida de los santos; dése su tiempo también para la lectura de la Palabra de Dios y póngase en su presencia, cada día.

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