Es siempre difícil en estos tiempos relativistas,
cuando la única herejía es hablar de herejía, presentar la enseñanza ortodoxa
sobre la perfección de nuestra fe. Se trata a menudo como arrogancia cuando en
realidad no queremos decir que no somos para nada especiales, fácilmente
confesamos nuestra debilidad, pero este tesoro que hemos recibido, de hecho es
un tesoro, incluso si lo llevamos en vasijas de barro.
¿Qué queremos decir por “verdadero cristiano”?. Por
supuesto que no queremos darle la connotación que le dan los católicos romanos
o los protestantes, como “el respeto a un pequeño núcleo de creencias”. Esto no
es cristianismo.
Cuando yo era más joven, pertenecía a la secta
bautista. Este grupo protestante estaba lleno de personas que amaban a Cristo, muchas
de ellas conocían los textos de la Biblia muy bien. Pero al hacer una
retrospectiva de mi vida, sin amargura o esa agresión que algunas veces aflige
a los conversos, veo con tristeza que casi todo lo que me enseñaron fue una
equivocación. Me enseñaron errores sobre el bautismo, la eucaristía, los
sacerdotes y obispos, los santos y María, la iglesia, la salvación. Todo esto
es un error cuando lo comparo con la fe ortodoxa que posteriormente aprendí con
mi obispo y que leí y estudié en los escritos de nuestros padres ortodoxos a
través de los siglos.
Esto no significaba que yo no amase a Cristo ni que
creciera entre personas que no amaban a Cristo pues en mi país, Cuba, estaba
prohibido en esa época -por el régimen de gobierno que allí impera por 50 años
ya- el hablar de Dios en las casas y el enseñar sobre la fe en las escuelas,
aún cuando el cubano es creyente por excelencia. Pero yo participaba en un
grupo al que no se le podía llamar, bajo ningún concepto, “Iglesia”. Era un
compañerismo humano de gente querida que amaban a Cristo. Todos éramos, en mi
opinión, gente a la altura de la vida cristiana que se conoce como
catecumenado. Aún no bautizados, aún sin ser miembros de la Iglesia, pero
comprometidos ya con Cristo, teniendo fe y aguardando por la gran y vivificante
bendición! del bautismo en Su Cuerpo, la Iglesia.
Como decía anteriormente, en la secta bautista me
enseñaron errores sobre el bautismo, sobre los medios por los cuales uno se
convierte en miembro de la Iglesia de Cristo. Un lavado con agua no es bautismo
si todo el significado ortodoxo de ese acto se elimina deliberada y
explícitamente de él. Es simplemente un lavado con agua.
Entonces, ¿qué significa la expresión “verdaderos
cristianos”?. Es muy cierto que nosotros aprobamos y consideramos a aquellos
que viven vidas mejores que las nuestras sin el beneficio de las grandes
bendiciones que recibimos en la Iglesia Ortodoxa. Pero, ¿podríamos NOSOTROS ser
“verdaderos cristianos” si viviésemos sin el beneficio de la nueva vida en el
bautismo, la remisión de los pecados y la vida eterna en la Santa Comunión?
¿Sin la guía de la Santa Tradición y nuestros obispos y sacerdotes caminando en
la unidad de la fe unos al lado de los otros y con los Santos Padres?.
No es que NOSOTROS seamos mejores por ser ortodoxos,
como es el caso de que NINGUNO de nosotros puede ser auténtico o verdadero
cristiano sin estos beneficios. Todo lo bueno y de verdadero que hay en los
grupos católicos romanos o protestantes es sólo un remanente parcial de la
Ortodoxia, palabra que procede del griego y que significa CREENCIA CORRECTA. No
somos una organización que trata de conquistar al mundo, sino más bien somos
personas que viven una vida, una VIDA REAL y AUTÉNTICA. Aprendemos que esta
vida real solamente es posible dentro de la comunidad de fe que tiene sus
orígenes en los Apóstoles y es mantenida y preservada entre nosotros por
nuestros obispos hoy en día.
Ni siquiera deberíamos hacer la pregunta “¿Fulano, o
Zutano, es cristiano?”, sino más bien preocuparnos por preguntarnos “¿soy yo
cristiano?”. Lo que no podemos ni debemos decir jamás es que no nos importan la
coherencia e integridad de la fe Ortodoxa porque cualquier persona fuera de la
Ortodoxia nos avergüence por sus buenas obras.
Cuando analizamos las creencias de los romanos o los
protestantes, todas ellas se quedan cortas delante de la fe Ortodoxa; todas
ellas son deformaciones de la fe y por lo tanto son espiritualmente peligrosas.
Pero esto no dice nada sobre la forma de vida de alguna persona. Muchos viven
mejores vidas que nosotros sin los beneficios que recibimos de Dios en la
Iglesia Ortodoxa. Sin embargo, lo que se les enseña a ellos es puro error. Por
ejemplo, en las iglesias protestantes lo único que se requiere de una persona
para ser cristiana es aceptar a Jesús como su Salvador personal y creer en la
Biblia única y exclusivamente como norma de fe y conducta - esto es de por sí
un error. En las iglesias romanas se separan los sacramentos del bautismo, la
confir! mación y la Santa Comunión, que son impartidos en diferentes edades,
cuando teológica y dogmáticamente hablando, los tres son un único medio de
hacerle llegar la presencia y la gracia de Dios a la vida del recién bautizado
y no se deben administrar separadamente, pues uno es el complemento del otro.
He aquí otro error espiritualmente peligroso. En la Iglesia Ortodoxa no se
separan tales sacramentos, sino que cuando se lleva a una persona, ya fuere
infante o adulto, a iniciarse en la vida cristiana por medio del “misterio”
–palabra griega que se traduce como sacramento- del bautismo, acto seguido el
sacerdote le confiere la crismación o confirmación y luego procede a darle su
comunión. Cuando estamos enfermos, no tomamos PARTE del medicamento que nos
receta un doctor o le preguntamos cuál es el menor número de tabletas
necesarias para recuperarnos, sino que seguimos TODAS sus instrucciones para
llegar a ponernos bien de salud.
Siempre damos testimonio de esta fe
cristiana y de esta vida cristiana que no es nuestra solamente. No es asunto de
orgullo o arrogancia sino que es todo un regalo de Dios y deseamos compartirlo
con los demás. Cuando leo palabras que dan testimonio del amor por Cristo, por
su Iglesia y por su Fe, hago el mayor esfuerzo por compartirlas y dar yo también
lo mejor de mi testimonio. Muchos de ustedes, que me han conocido a lo largo de
mi ministerio sacerdotal, no me dejarán mentir en cuanto al celo desmedido de
mi parte y el afán por enseñarles a vivir la fe de forma práctica y correcta
ante los ojos de Dios. No es cuestión de quién es cristiano y quién no lo es.
Todos tenemos que esforzarnos en llegar a ser cristianos en todo lugar y entre
todas l! as personas. Aunque de formas diferentes, somos testigos, debido a que
hasta el final de nuestras vidas todavía nos esforzamos por llegar a ser
cristianos como la gente que podemos admirar en otros grupos y que también se
esfuerzan por serlo.
Pero el lugar y los medios que Dios nos ha
proporcionado están completamente DENTRO de la Iglesia Ortodoxa, esta comunidad
espiritual, este místico Cuerpo de Cristo. Fuera de la Iglesia Ortodoxa hay
muchos peligros. Una creencia errónea conduce a una vida espiritual errada y
deforma el transformarnos en imagen de Dios. Por ejemplo, si amamos a Cristo
profundamente pero creemos en el error de que todo el que tiene fe llegará a
ser rico según las normas del mundo, como anda diciendo y enseñando por ahí esa
conocida secta protestante brasileña de "Pare de Sufrir", entonces
este error deformará nuestro crecimiento espiritual. La Iglesia nos previene de
esto, forma en nosotros la verdadera imagen de Dios, crecemos como palmeras
derechas y muy altas ! dentro de la Iglesia, protegidos de todo “viento
doctrinal”.
Podemos tener muchos amigos y disfrutar de su
compañía, pero nunca “bajamos la guardia”. Siempre estamos dando testimonio. En
una lista de correo electrónico cerca de 3200 personas se convirtieron en
cristianos ortodoxos como resultado del testimonio del listado de otros
cristianos ortodoxos…hecho este que me hizo recordar el primer discurso del
apóstol Pedro en Jerusalén y que, recogido en el libro de los Hechos de los
Apóstoles cap.2 verso 41, narra la conversión de una cantidad parecida de
personas de otros credos a la incipiente y verdadera fe. Esto no tiene y no
debe ofender a nadie, pero tenemos que tener en cuenta que siempre hay que
estar dando testimonio. Y ahora resalta la pregunta “¿a qué o a quién le damos
testimonio?”.
Si tenemos amigos que aman a Cristo, ¿cómo podrían
estar ellos si se llenaran de las bendiciones que Dios nos da en la Iglesia Ortodoxa?, ¿cuán
mejor no se sentirían y cuánta mayor santidad no experimentarían en sus vidas?.
Ellos
pueden tener esa oportunidad con sólo compartirles el testimonio de la
verdadera vida cristiana en nuestra Única, Santa, Católica, Apostólica y
Ortodoxa Iglesia de Jesucristo.
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