martes, 11 de octubre de 2011

No fuimos hechos para llevar el peso de nuestras cargas.¿Cómo afrontarlas?


¿Ha observado usted cómo enfrentan las personas sus cargas y sus sufrimientos en la vida? Si lo ha hecho, es posible que haya notado que algunas enfrentan sus problemas con una actitud admirablemente positiva, mientras que otras son hechas añicos por sus dificultades. Puesto que nadie en la vida está enteramente libre de sufrimientos, es importante comprender cómo Dios quiere que los soportemos.


Los problemas que enfrentamos tienen tres fuentes diferentes. A veces son situaciones provocadas por nosotros mismos, mientras que otras veces son la obra del diablo. Pero otras pruebas vienen directamente de la mano de Dios.

Nuestros problemas difieren notablemente: una madre cristiana sin un esposo puede tener la dificil tarea de criar a sus hijos en un mundo impío que trata de destruirlos; una agria desavenencia en el trabajo puede dejar a la persona cabeza de la casa sin un empleo; o un pecado del pasado puede dar como resultado profundas cicatrices de culpa que se convierten en una carga para la persona. No importa cuál sea el tipo de problema o su origen, la pregunta es:¿Cómo podemos afrontar las cargas que se nos presentan en la vida?.

Jesús nunca nos promete eliminar totalmente nuestras dificultades, pero sí ocuparse de ellas para que no tengamos que seguir soportando su peso. Ciertas situaciones dolorosas, como una enfermedad terminal, el cuidado de un familiar inválido, o la muerte de un ser amado son permanentes, en lo que respecta a esta vida.

Es posible que algunas personas consideren angustiosa la idea de una prueba permanente, pero el cristiano debe recordar que no somos nosotros quienes debemos manejar estos asuntos con nuestras propias fuerzas. Dios quiere tomar nuestra carga y llevarla por nosotros. El Señor invita personalmente a cada uno de nosotros a encontrar renovación en Él (1 Juan 5:3).

Todos nosotros, desde luego, preferiríamos evitar las circunstancias dolorosas, pero el Señor sabe que nuestras dificultades y nuestros sufrimientos, las cosas que no somos capaces de manejar por nosotros mismos, forman el terreno fértil para nuestro crecimiento y para una mayor dependencia de Él.

¿Cómo podríamos pensar en Jesucristo como el que lleva nuestras cargas, si no estamos nosotros mismos bajo una carga, tratando de hacerle frente, para experimentar después el alivio de dejar que sea Él quien lleve su peso?.

Muchas veces, las dificultades que Dios ha enviado o permitido en mi vida han sido tan desagradables que le pedí que me las quitara. Sin embargo, cuando reflexioné después y me dí cuenta de que mi sufrimiento me había enseñado a conocer más al Señor, oré diciendo: “Gracias por saber más que yo. Gracias por no haberme hecho fáciles las cosas”.

Está de más decir que todos preferimos una vida tranquila y sin problemas, pero debemos preguntarnos: ¿Quiero lo que quiere la carne, la comodidad, el bienestar y el placer, o quiero ser la persona consagrada que Dios quiere que sea?. Es una decisión que todos los cristianos tienen que tomar.

Al mismo tiempo, aunque hay que esperar problemas, tenemos que reconocer que Dios nunca tuvo la intención de que la vida cristiana fuera difícil (Juan 16:33). El Señor quiere que sepamos que, no importa cuál sea la carga, si venimos a Él, Él aliviara el peso si se lo permitimos.

Siempre que usted tenga una carga pesada, vaya a las palabras del evangelio de Mateo, capítulo 11 versículos del 28 al 30 para obtener sabiduría divina en cuanto a cómo debe proceder: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y ligera mi carga”.De este pasaje podemos aprender cuatro pasos que debemos dar y que expongo a continuación:



1.- Humillarse. Para usted es humillante reconocer que está luchando con un problema que no puede manejar. Algunas personas se niegan a quitarse la fachada de que tienen el control de sus vidas; insisten en que pueden manejar la situación, cualquiera que esta sea. Pero hay cargas en la vida que no se pueden soportar con sus propias fuerzas. ¿Por qué cree usted que abundan tanto las drogas, y que los bares están llenos?. No hay nada de feliz en la llamada “hora feliz”, que atrae a las personas que tratan de huir de las cargas que no pueden evitar. La respuesta frecuente del mundo es que busquen ayuda por medio de sustancias, de drogas, de alcohol, de una nueva relación sentimental, o quizás de una  debemos poner las cargas, pues Él y sólo Él puede manejar su desesperación, pero primero tiene usted que reconocer que tiene un problema. La verdadera humildad, en realidad, involucra más que abrirse al Señor; Dios tambien quiere que comparta su carga con alguien mas que Él le ha enviado para que le ayude a llevarla. Muchas veces el obstáculo que impide recibir la ayuda de Dios, es el orgullo.



2.- Someterse. Después de hablar de que estamos trabajados y cargados, Jesús dice: “Llevad mi yugo sobre vosotros”. La primera reacción de sus oyentes debió haber sido: “¡Un momento!. Está llamando a la gente que se siente cargada por los problemas de la vida, ¿y dice que llevemos un yugo sobre nosotros?”. El utensilio descrito aquí era un pedazo de madera utilizado para controlar dos bueyes y mantenerlos unidos de manera que ambos compartieran la carga que arrastraban. En la Biblia, un yugo implicaba también una esclavitud o una obligación. Pero Jesús no está hablando de hacernos más pesada la carga. Más bien, está diciendo que nos sometamos a Su voluntad; luego, cuando estemos en yugo con Él, podemos caminar y halar juntos. De hecho, si nos sometemos a Cristo, nuestra carga se hará más liviana porque nuestro Señor omnipotente llevará el peso de ella.

Sin embargo, nosotros no podemos simplemente echar nuestra carga sobre el Señor y desentendernos del asunto, al sentirnos libres de la carga, porque no es así como Dios actúa. Nosotros tenemos también que someternos a Su voluntad. Después de todo, ¿qué son las cargas?. No son sólo problemas que pueden ser eliminados quirúrgicamente de nuestra vida; por el contrario, son la manera como pensamos y los sentimientos que nos abruman. La única manera como el Señor levantará nuestra carga es poniéndose Él mismo debajo de la carga con usted, entonces usted se someterá a Él, y Él comenzará a controlarlo a usted. El peso de su problema desaparecerá después de un tiempo porque usted comenzará a responder a su situación de una manera totalmente diferente. Si usted quiere que el Señor tome su carga, entonces debe tenerle a usted plenamente, no simplemente al problema que quiere que le quite. Al permitirle a nuestro Señor que le controle, Él, de hecho, se hará cargo de su problema.



3.-Aprender del Señor. Jesús nos dice que Él quiere que caminemos al unísono con Él bajo Su yugo de amor. Podremos movernos lado a lado con el Señor sólo si aprendemos quién es Él, lo cual es el prerrequisito para que podamos obedecerlo. Sería una terrible contradicción descargar nuestro agobio y nuestros problemas en Dios, para después seguir viviendo de la manera pecaminosa que queramos. La razón por la que seguimos viviendo bajo el peso de las cargas, es porque no nos hemos sometido al Señor, sino que insistimos en hacer nuestra propia voluntad.

Si un cristiano peca contra el Señor, el Espíritu Santo convencerá a esa persona de su pecado. Repentinamente, no tendrá paz, ni gozo, ni comunión con el Padre celestial. Se hace evidente que algo anda mal cuando el hijo de Dios siente una carga de pecado. Para poder ser liberado del peso de esa carga, el creyente tendrá que tomar  la decisión específica  de poner fin a una conducta que le habría gustado conservar, examinar su conducta a la luz de los Mandamientos de Dios y acudir así al sacerdote o director espiritual para en el sacramento de la Confesión este le ayude a liberarse de esa carga de pecado que le agobia con guía o consejo espiritual.



4.- Confiar. Aunque Dios no dice que nos quitará la carga, el versículo 29 promete lo que Él dará: descanso a nuestras almas. Arrastrar un problema es como subir una montaña con una mochila de 45 kilos a la espalda: en poco tiempo nos fatigaremos y nos desanimaremos, y podremos fácilmente comenzar a desesperarnos. Pero nuestro amoroso Padre Celestial nos ofrece alivio para que ya no estemos trabajados y cargados. Si confía en Dios y comienza a reclamar su generosísima oferta, se coloca en una posición para recibir sus bendiciones prometidas.

Confiarle a Dios nuestra carga no significa que nunca más nos ocuparemos de la situación. Más bien, quiere decir que comenzaremos a pensar en ella bajo una nueva luz: la luz de la persona de Jesús, quien es nuestra suficiencia; la luz de las promesas de Dios, quien ha prometido no dejar que los justos sean abatidos (Salmo 55, 22); la luz de Su poder, que nos permite enfrentar el problema y seguir adelante. Confiar en Dios alivia nuestra carga.

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