¿Ha
observado usted cómo enfrentan las personas sus cargas y sus sufrimientos en la
vida? Si lo ha hecho, es posible que haya notado que algunas enfrentan
sus problemas con una actitud admirablemente positiva, mientras que otras son
hechas añicos por sus dificultades. Puesto que nadie en la vida está enteramente libre de sufrimientos,
es importante comprender cómo Dios quiere que los soportemos.
Los
problemas que enfrentamos tienen tres fuentes diferentes. A veces son
situaciones provocadas por nosotros mismos, mientras que otras veces son la
obra del diablo. Pero otras pruebas vienen directamente de la mano de Dios.
Nuestros
problemas difieren notablemente: una madre cristiana sin un esposo puede tener
la dificil tarea de criar a sus hijos en un mundo impío que trata de
destruirlos; una agria desavenencia en el trabajo puede dejar a la persona
cabeza de la casa sin un empleo; o un pecado del pasado puede dar como
resultado profundas cicatrices de culpa que se convierten en una carga para la
persona. No importa cuál sea el tipo de problema o su origen, la pregunta
es:¿Cómo podemos afrontar las cargas que se nos presentan en la vida?.
Jesús
nunca nos promete eliminar totalmente nuestras dificultades, pero sí ocuparse
de ellas para que no tengamos que seguir soportando su peso. Ciertas
situaciones dolorosas, como una enfermedad terminal, el cuidado de un familiar
inválido, o la muerte de un ser amado son permanentes, en lo que respecta a
esta vida.
Es
posible que algunas personas consideren angustiosa la idea de una prueba
permanente, pero el cristiano debe recordar que no somos nosotros quienes
debemos manejar estos asuntos con nuestras propias fuerzas. Dios quiere tomar
nuestra carga y llevarla por nosotros. El Señor invita personalmente a cada uno
de nosotros a encontrar renovación en Él (1 Juan 5:3).
Todos
nosotros, desde luego, preferiríamos evitar las circunstancias dolorosas, pero
el Señor sabe que nuestras dificultades y nuestros sufrimientos, las cosas que
no somos capaces de manejar por nosotros mismos, forman el terreno fértil para
nuestro crecimiento y para una mayor dependencia de Él.
¿Cómo
podríamos pensar en Jesucristo como el que lleva nuestras cargas, si no estamos
nosotros mismos bajo una carga, tratando de hacerle frente, para experimentar
después el alivio de dejar que sea Él quien lleve su peso?.
Muchas
veces, las dificultades que Dios ha enviado o permitido en mi vida han sido tan
desagradables que le pedí que me las quitara. Sin embargo, cuando reflexioné
después y me dí cuenta de que mi sufrimiento me había enseñado a conocer más al
Señor, oré diciendo: “Gracias por saber más que yo. Gracias por no haberme
hecho fáciles las cosas”.
Está de
más decir que todos preferimos una vida tranquila y sin problemas, pero debemos
preguntarnos: ¿Quiero lo que quiere la carne, la comodidad, el bienestar y el placer,
o quiero ser la persona consagrada que Dios quiere que sea?. Es una decisión que todos los
cristianos tienen que tomar.
Al
mismo tiempo, aunque hay que esperar problemas, tenemos que reconocer que Dios
nunca tuvo la intención de que la vida cristiana fuera difícil (Juan 16:33). El
Señor quiere que sepamos que, no importa cuál sea la carga, si venimos a Él, Él
aliviara el peso si se lo permitimos.
Siempre
que usted tenga una carga pesada, vaya a las palabras del evangelio de Mateo,
capítulo 11 versículos del 28 al 30 para obtener sabiduría divina en cuanto a
cómo debe proceder: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y
yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi
yugo es fácil y ligera mi carga”.De este pasaje podemos aprender cuatro pasos
que debemos dar y que expongo a continuación:
1.- Humillarse.
Para usted es humillante reconocer que está luchando con un problema que no puede
manejar. Algunas personas se niegan a quitarse la fachada de que tienen el
control de sus vidas; insisten en que pueden manejar la situación, cualquiera
que esta sea. Pero hay cargas en la vida que no se pueden soportar con sus
propias fuerzas. ¿Por qué cree usted que abundan tanto las drogas, y que los
bares están llenos?. No hay nada de feliz en la llamada “hora feliz”, que atrae
a las personas que tratan de huir de las cargas que no pueden evitar. La
respuesta frecuente del mundo es que busquen ayuda por medio de sustancias, de
drogas, de alcohol, de una nueva relación sentimental, o quizás de una debemos poner las cargas, pues Él y sólo Él
puede manejar su desesperación, pero primero tiene usted que reconocer que
tiene un problema. La verdadera humildad, en realidad, involucra más que
abrirse al Señor; Dios tambien quiere que comparta su carga con alguien mas que
Él le ha enviado para que le ayude a llevarla. Muchas veces el obstáculo que
impide recibir la ayuda de Dios, es el orgullo.
2.- Someterse.
Después de hablar de que estamos trabajados y cargados, Jesús dice: “Llevad mi yugo sobre vosotros”. La primera
reacción de sus oyentes debió haber sido: “¡Un momento!. Está llamando a la
gente que se siente cargada por los problemas de la vida, ¿y dice que llevemos
un yugo sobre nosotros?”. El utensilio descrito aquí era un pedazo de madera
utilizado para controlar dos bueyes y mantenerlos unidos de manera que ambos
compartieran la carga que arrastraban. En la Biblia, un yugo implicaba también
una esclavitud o una obligación. Pero Jesús no está hablando de hacernos más
pesada la carga. Más bien, está diciendo que nos sometamos a Su voluntad;
luego, cuando estemos en yugo con Él, podemos caminar y halar juntos. De hecho,
si nos sometemos a Cristo, nuestra carga se hará más liviana porque nuestro
Señor omnipotente llevará el peso de ella.
Sin embargo, nosotros no podemos
simplemente echar nuestra carga sobre el Señor y desentendernos del asunto, al
sentirnos libres de la carga, porque no es así como Dios actúa. Nosotros
tenemos también que someternos a Su voluntad. Después de todo, ¿qué son las
cargas?. No son sólo problemas que pueden ser eliminados quirúrgicamente de
nuestra vida; por el contrario, son la manera como pensamos y los sentimientos
que nos abruman. La única manera como el Señor levantará nuestra carga es
poniéndose Él mismo debajo de la carga con usted, entonces usted se someterá a
Él, y Él comenzará a controlarlo a usted. El peso de su problema desaparecerá
después de un tiempo porque usted comenzará a responder a su situación de una
manera totalmente diferente. Si usted quiere que el Señor tome su carga,
entonces debe tenerle a usted plenamente, no simplemente al problema que quiere
que le quite. Al permitirle a nuestro Señor que le controle, Él, de hecho, se
hará cargo de su problema.
3.-Aprender del Señor. Jesús nos dice
que Él quiere que caminemos al unísono con Él bajo Su yugo de amor. Podremos
movernos lado a lado con el Señor sólo si aprendemos quién es Él, lo cual es el
prerrequisito para que podamos obedecerlo. Sería una terrible contradicción
descargar nuestro agobio y nuestros problemas en Dios, para después seguir
viviendo de la manera pecaminosa que queramos. La razón por la que seguimos
viviendo bajo el peso de las cargas, es porque no nos hemos sometido al Señor,
sino que insistimos en hacer nuestra propia voluntad.
Si un cristiano peca contra el Señor,
el Espíritu Santo convencerá a esa persona de su pecado. Repentinamente, no
tendrá paz, ni gozo, ni comunión con el Padre celestial. Se hace evidente que
algo anda mal cuando el hijo de Dios siente una carga de pecado. Para poder ser
liberado del peso de esa carga, el creyente tendrá que tomar la decisión específica de poner fin a una conducta que le habría
gustado conservar, examinar su conducta a la luz de los Mandamientos de Dios y
acudir así al sacerdote o director espiritual para en el sacramento de la
Confesión este le ayude a liberarse de esa carga de pecado que le agobia con
guía o consejo espiritual.
4.- Confiar. Aunque Dios no dice
que nos quitará la carga, el versículo 29 promete lo que Él dará: descanso a
nuestras almas. Arrastrar un problema es como subir una montaña con una mochila
de 45 kilos a la espalda: en poco tiempo nos fatigaremos y nos desanimaremos, y
podremos fácilmente comenzar a desesperarnos. Pero nuestro amoroso Padre
Celestial nos ofrece alivio para que ya no estemos trabajados y cargados. Si
confía en Dios y comienza a reclamar su generosísima oferta, se coloca en una
posición para recibir sus bendiciones prometidas.
Confiarle a Dios nuestra carga no
significa que nunca más nos ocuparemos de la situación. Más bien, quiere decir
que comenzaremos a pensar en ella bajo una nueva luz: la luz de la persona de
Jesús, quien es nuestra suficiencia; la luz de las promesas de Dios, quien ha
prometido no dejar que los justos sean abatidos (Salmo 55, 22); la luz de Su
poder, que nos permite enfrentar el problema y seguir adelante. Confiar en Dios
alivia nuestra carga.
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