Dicen que una de las primeras manifestaciones de la vejez
es la pérdida de la capacidad de sorprenderse. Los niños son un gran ejemplo de
esa sencillez de alma que les permite alegrarse la vida con las pequeñas
maravillas de cada día.
Con el paso del tiempo, el hombre tiende a acostumbrarse
a muchos aspectos de su vida. Incluso en ocasiones puede habituarse a
contemplar el mal: las constantes víctimas del conflicto bélico de Oriente
Medio, imágenes de niños desnutridos en África, escándalos de violencia
familiar, altos niveles de drogadicción juvenil o un elevado número de
suicidios.
A veces parece que el mal supera con creces al bien. Sin
embargo, el bien existe, es una realidad palpable y abundante. Aunque éste no
llame la atención, no busque los aplausos o no logre un puesto relevante en los
medios de comunicación, existe y debe ser reconocido.
Es posible que el hombre esté perdiendo la capacidad de
sorprenderse y de valorar aquellas “extraordinarias cosas ordinarias” que cada
día pasan desapercibidas a causa de la costumbre.
Rabindranath Tagore, uno de los más grandes escritores de
la India, dice que: “si lloramos por la puesta del sol, las lágrimas nos
impedirán ver las estrellas”. Y de hecho en nuestra vida existen esas estrellas,
esas abundantes maravillas que a veces no logramos descubrir.
Nos lamentamos de los casos en los que los padres
maltratan a sus hijos y olvidamos que millones de padres en el mundo se
esfuerzan con amor en su trabajo para que no les falte nada. Pensamos en las
mujeres infieles o que abortan y olvidamos las millones de sonrisas de tantas
madres que esperan a sus esposos en casa con un plato de comida caliente.
Resaltamos la indiferencia de muchos jóvenes ante el mal
del mundo y olvidamos que existen miles de misioneros y religiosas jóvenes
dando la vida por los pobres y por los enfermos. Acusamos a un sacerdote que se
equivoca y olvidamos que hay miles en el mundo que predican altos valores
humanos y cristianos.
Aunque el mal haga más ruido, el bien, como la hierba,
crece en el silencio de la noche. Mientras el mal siga siendo noticia,
significa que el bien es lo normal, lo propio de nuestro mundo.
No se trata de buscar acontecimientos espectaculares en
la historia, sino más bien de lograr una mirada justa, equilibrada. No es un
optimismo exagerado que oculta lo malo que sucede, es más bien el análisis
objetivo de lo que ocurre a nuestro alrededor. Es no dejarnos engañar por lo
que se nos vende en abundancia y no darle el valor de absoluto a lo que no lo
tiene.
Si tenemos que vivir con los pies en el lodo, nadie nos
impedirá elevar nuestra mirada hacia el cielo. No se debe olvidar el mal, ni
dejar de luchar por cambiarlo. No obstante, se debe dejar a lo bello ser bello
sin nublar las maravillosas obras humanas que nos rodean. Así nuestros días no
serán simples eslabones de una interminable cadena llamada rutina.
Cuando se observa el mundo con objetividad, se descubre
todo lo bueno que existe y a través de ello se llega al amor de Dios. Un Dios
que se sigue manifestando a través de millones de personas en el mundo y que
quiere ser reconocido para alegrar la vida del hombre en medio de las
dificultades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escribe tu comentario...